martes, 28 de julio de 2015

El primer año del resto de mi vida




Han pasado 365 días desde que desperté en urgencias, viva.

Esos 365 días no han pasado como un año, sino como una segunda adolescencia.

Estos 12 meses están llenos de cambios, errores y tropezones (también literales en una mañana mientras corría). Llenos de momentos que me han sacado sudor y frustración, desde que mi cuerpo no estaba listo para volver a caminar o hacer una salida larga, mi confianza para una entrevista de trabajo y hasta "el corazón" para una desilusión. Como en la adolescencia, que no sabes si era muy pronto para tanto.

Esta Fátima que ahora escribe, siente que todavía no le acaba de caer el veinte; aún está llena de dudas y miedo, pero con ganas, porque es más rebelde que la chingada.

Esta Fátima que ahora escribe no lo hubiera logrado sin la ayuda, amor y paciencia de su familia. Sin toda la entrega y sacrificios de los que han estado llenos estos 365 días.

Esta Fátima que ahora escribe no lo hubiera logrado sin la ayuda de sus amigos; sin los abrazos, sin las risas que espantan lágrimas, sin los consejos que ayudan a dimensionar las situaciones, sin los ejemplos de vida y sin paciencia (porque también necesita alejarse y estar sola), el camino sería más difícil.

Esta Fátima que ahora escribe no lo hubiera logrado sin las personas que se han ido y tenido que ir porque en esta segunda adolescencia hay que aprender del desapego (digo, ya va siendo hora); les agradece las lecciones y los buenos momentos, pero si algo ha aprendido, es que la gente seguirá saliendo de su vida o ella saliendo de la de otros en los meses o años por venir.

Esta Fátima que ahora escribe se ha enfrentado a cambios en su cuerpo (sí, como la mujer que en ella dormía); hoy puede correr más de cuatro kilómetros diarios y caber en un pantalón Zara talla 10 que parecía imposible.

Esta Fátima que ahora escribe sabe que está viva a pesar de los pronósticos médicos más adversos, que se los pasó por el arco del triunfo porque no piensa regresar a terapia intensiva.

El cambio más radical, brutal y que todavía no alcanza a digerir es el de su cara, y es que se ve al espejo y la vieja Fátima no se encuentra; vivió 33 años siendo otra, y aunque los lunares siguen ahí, no corresponden a la imagen que siempre tuvo de sí misma. El otro día le dijeron: "Es que no te reconocí", "Es que hasta te cambió la voz". Créanle, ella tampoco se reconoce.

Esta Fátima que ahora escribe sabe que la prioridad es buscar el bien y el amor para sí misma. Que está empezando a enamorarse de sí misma, porque para acabarla de amolar, qué pinche bonita se puso. Que debe buscar las situaciones que la hagan feliz a ella, sin importar nada ni nadie.

Esta Fátima que ahora escribe sabe que pronto dejará de escribir de ella misma en tercera persona.





Gracias por llegar hasta aquí; bienvenidos al resto de su vida, hay lugares para quien desee ver el show y permanencia voluntaria.


Atenta y cariñosamente:


Ésta y aquella Fátima







martes, 21 de julio de 2015

El mar






Y ahí, parado en la orilla de la playa, se dio cuenta de que ni toda esa agua sería capaz de deshacer el nudo en la garganta que sentía cada vez que recordaba su mirada, esos ojos llenos de lágrimas que brillaban y temblaban mientras su boca, esos dos carnosos labios que le hacían temblar cada vez que rozaban su piel, se despedían gritándole que por una puta vez en su vida se dejara amar.

Ni tragándose toda esa arena podría llenar el hueco en su pecho.  



sábado, 27 de junio de 2015

Motivo




A pesar del tiempo, de no tenerlo cerca e incluso nunca haber compartido el mismo espacio, ella debía reconocer que no había otra persona que lograra tan fácil y magicamente —con solo el hecho de existir— ponerle la sonrisa bien recia. 



domingo, 21 de junio de 2015

Roto



Quiero pensar que después de todo no se puede estar tan roto.

O tal vez sí; habría que estar lo suficientemente roto, muy cuarteado para dejar escapar sonrisas, risas y carcajadas de vez en cuando; para dejar escapar el hambre de ver cosas bellas, de maravillarse ante ellas; para escaparse entre las ruinas en busca de un poco de sol que te queme la piel o un poco de lluvia que te erice el cuerpo.

Hay que estar lo suficientemente roto para tener la idea de salir a caminar sin rumbo, para dar vuelta ahí donde se fija el instinto de la mirada; hay que estar lo suficientemente roto para dejar escapar la ilusión de encontrarse con todos esos pedazos que hemos dejado o nos han arrebatado en el camino.

Gran responsabilidad es reconocerse roto porque una vez que has encontrado todos tus fragmentos o tienes las suficientes piezas juntas, debes seguir adelante, cargándolos en las manos, llevándolos en la bolsa de la chamarra, en algún álbum de fotos en tu celular o en una playlist que suena en tus oídos.

Lo suficientemente roto para saber quién o qué te puede romper y darle el poder —o negarle el placer— de volverte a romper.






domingo, 22 de marzo de 2015

Las ganas


R.

Cuando las ganas se cruzaron en el camino,
No pudieron evitar voltear y verse a los ojos,
Delinear sus labios con la mirada.

Se juntaron y se dijeron al oído todas esas cosas
Que ni siquiera pensaron que existieran.
Crearon con sus palabras un mundo
Inexplicable, fantástico.
Un mundo imposible.

Cuando las ganas se encontraron:
Una solo era escape,
La otra quería encontrarse.

Y los cuerpos se enredaron como
Queriéndose hallar,
Como queriéndose saciar,
Como pretendiendo hacer
De ese momento su única verdad.
Llegaron hasta adentro,
Rompiendo vidrios,
Quebrando silencios,
Pero sin eco.

Cuando la evasión y la esperanza
Chocaron,
Se formó una nube de escombro
Que lo cubrió todo.
Entre el polvo, se aclararon la vista
Para descubrir que no había futuro, 
Solo lugar para el olvido.



domingo, 8 de marzo de 2015

El viejo vicio de Freud



                    "Fumar se hace necesario cuando no se tiene a quien besar".
                                                                                        – Sigmund Freud

“Fumar se hace necesario cuando no se tiene a quién besar”.
Se hace necesario cuando se han agotado las esperanzas,
Cuando se acaban las horas,
Cuando ya no hay uñas para morder.

Fumar se hace necesario cuando
Aquello que se ama se ha marchado;
Cuando los recovecos donde se escondían
Las pasiones han quedado al descubierto,
Cuando ya no se tiene una mirada para perderse
Y también se pierde el alba
Para reinventarse en otro ser.

Fumar se hace necesario
Cuando te has fumado los recuerdos,
Cuando se acaban los besos y los abrazos,
Cuando el recuerdo del calor de su cuerpo
No basta para espantar el frío del cuarto.

Fumar se hace necesario cuando
Te reseca la aridez de la almohada.
Cuando las vueltas en la cama
No bastan para olvidar.

Fumar se hace necesario
Cuando te has quedado solo,
Cuando necesitas el humo del cigarrillo
Para llenar ese lugar vacío.
Humo que ocupará su ausencia,
Humo que, al igual que su abandono
Y de los al fines y al cabos,
Terminará por matarte.


Isabel Palacios



martes, 3 de marzo de 2015

El edificio



Esto de vivir en un edificio es muy interesante.

En una noche cualquiera puedes escuchar muchas cosas: las cadenas de los inodoros, niños llorando, parejas cogiendo –peleando o riendo–, fiestas de madrugada, ancianos llamando al gato que se escapó en el día o algún vecino gritándole al televisor durante algún partido.

¿Qué ruido se escapará de mi departamento? ¿Acaso alguien permanecerá en silencio esperando escuchar algo de mí? No lo sé, en realidad hago poco ruido mientras escribo; toso un poco cada vez que me acabo un cigarro y esa mala costumbre de azotar las puertas. Tal vez soy el aburrido de este edificio y me tocó ser espectador.

Después de cinco años de vivir en este lugar y que todos los ruidos me sean familiares, sólo puedo temerle a uno... y es que a nadie le gusta el sonido de un corazón estrellándose en el piso.



viernes, 20 de febrero de 2015

Esto no es poesía/Nada



Hace más o menos 19 años me dio por escribir. Por ahí hay dos o tres libretitas llenas de letras de canciones y uno que otro intento de poema perdidas en la casa.

Escribir poesía (o por lo menos escribir algo decente) es una de mis más grandes obsesiones; siento que algunas veces lo he logrado y otras me dan ganas de borrarlo y darme un plomazo. Hay algunas piezas que me gustan y hoy decido aventurarme a publicarlas aquí.

Estas "poesías" o "versos" que empezaré a publicar aquí fueron escritos de 1996 a 2009 aproximadamente y firmados con mi seudónimo, Isabel Palacios. 

Hoy empiezo con la "Nada". Pueden llegar a ella dando clic aquí


Nada

¿Qué se escribe cuando está la nada?
Nada puede ser escrito;
nada rima con nada.
Solo el canto festivo de las palabras cortas,
llenas de personas, de gente sin rostro,
de muchedumbres que se amontonan
entre las letras y las aplastan.

Nada rima con nada.

Junto a la nada todo se evapora.
El amor deja de sonar a agua fresca cayendo,
a atardeceres con los pies enterrados en la playa.
Junto a la nada, un niño deja de correr por la calle,
no hay amigos imaginarios pateando pelotas
ni destruyendo ventanas.

Nada rima con nada.
La sonrisa junto a la nada se derrumba;
no hay polines suficientes para mantenerla en pie.
Junto a la nada se borran los recuerdos,
la paz de la presencia de los otros.
Junto a la nada los amigos huyen
como pájaros amenazados huyendo de las plazas.
Se van corriendo por callejones
en busca de ruido,
en busca de otras palabras.

Nada rima con nada.

Junto a la nada, todo.
El espacio que en mí llenabas implota
hacia el centro de mi alma.
La respiración se corta, se anula el suspiro.
Nada rima con tu nombre que se va nulificando,
casi borrando de mi memoria.

Nada rima con nada. 

                                                                                                                                    Isabel Palacios


domingo, 4 de enero de 2015

Mi país





Me quedo en este pedazo de tierra arrugado, sediento y que en sus adentros guarda el verde y el azul más místicos.

Me quedo en este país narrado por Fuentes, con sus regiones transparentes escenificado en los espacios de Barragán.

Me quedo la niñez de José Emilio y la pasión de Mastretta.

Me quedo con los paísajes de Velasco y las caras de Rivera. Me quedo con el sabor de las frutas de Tamayo y la fuerza de la piedra expuesta por Tamariz.

Me quedo con las noches de fiesta de Novo y la música de Moncayo.

Me quedo en este país.