lunes, 11 de noviembre de 2013

sábado, 1 de junio de 2013

Cartas ficticias: Frida a Diego



Mi amado Diego, ojos de sapo:

Hoy no he podido subir por esa escalera. No he podido entrar a esa casa que tu corazón me construyó; no fue mi pie,  no fue este pinche árbol que por más que se lo pido no quiere mantenerse firme. Creo que esta vez fue algo más. 

Esos escalones me parecieron muy altos; siento que por más que los suba, nunca llegaré hasta ti. Las paredes me ahogan, las puertas se cierran como soldándose para siempre. Me faltas y me gana la angustia. ¿En qué otros brazos estás, cuando mi cuerpo se cansa y debo volver a la cama? 

Esta vez no fue mi cadera atravesada o mi vientre deshecho; fue algo más. Ese puente que nos une pero nos separa; tu brazo que me detiene pero no me deja acercarme a ti. La angustia de tenerte pero saber que otras se te meten por los ojos. Esta vez no fue mi cuerpo maltrecho, fue algo más.

Me voy, porque esa escalera que me conduce a ti se hace pesada. Sus vueltas ya tiran para el cielo, pero tú estás más lejos que eso.

Me voy, Diego. Mi sapo. Esta vez no fue mi cuerpo el que se negó a subir por esa escalera, fue algo más. 

Tu Frisita 



lunes, 22 de abril de 2013

La palabra

La palabra no llega y me estoy desesperando. Mi cuaderno la espera con las hojas bien abiertas y las ansias de poseerla; la punta del bolígrafo desea correr entre ellas.

No llega y tengo miedo. La llamo, pero parece sacarme a patadas de su vida.

El monitor de la computadora la espera encendido como dejando su luz de guía.

lunes, 1 de abril de 2013

16 años

Abro Las batallas en el desierto para encontrarnos como entonces, como hace 17 años cuando me regalaste a José Emilio. 16 años sin ti, Ranulfo.

domingo, 17 de febrero de 2013

Más que a nada en el mundo

No sé, no sabría decirle cuál mirada me gusta más de ella.

Conocí la ternura desde la primera vez que la vi a los ojos, esa tarde en el Centro cuando nos detuvimos a escuchar al organillero. "Me fascina el sonido que soplan esas máquinas, me impresiona tanto o más que cualquier invento del hombre", decía.

Amo también el recuerdo del brillo en sus ojos cuando la veía de reojo en el cine; por la intensidad con que iluminaba toda la sala, podía saber qué tanto le gustaba lo que veíamos. Eso y acariciar su rodilla en la oscuridad hacían que el silencio valiera la pena.

También sus ojos, perdidos entre las letras de un libro, me llenaban la vida.

Ellos, tanto como su boca eran mi mundo. Su abrazo, la manera en que hundía su cabeza en mi cuello, eran mi momento de felicidad cada día.

Todo lo que ella hacía era una maravilla; su mente llena de ideas e inteligencia hicieron que me olvidara de todo, hasta de mis tristezas casi milenarias.

Si ella estuviera a mi lado, tal vez le diría que la mirada que más extraño no es la de mi madre, sino la suya cada vez que hacíamos el amor y permanecíamos desnudos, callados uno al lado del otro. Eso es lo que extraño más que a nada en el mundo.

domingo, 10 de febrero de 2013

Los muertos vivos: Homo Zombie

Todos pensaban que el Apocalipsis Zombie iniciaría con una bacteria creada en un laboratorio o un desastre nuclear; otros pensaban que llegaría del espacio ese motor por el cual los muertos se levantarían de sus tumbas o de sus lechos para comerse a media humanidad. Vivíamos engañados, el gen zombie estaba en nosotros.

Estaba en nuestra sangre, en nuestros huesos; estaba en nuestros hombros cada vez que rozaban el hombro del otro en el transporte público. Latía en nuestro corazón lleno de furia mientras esperábamos en el tráfico; en el estómago cada vez que veíamos a un político abusar de la demagogia. Se sentía vivo y fortalecido con el odio.

Ya éramos zombies bien vestidos compartiendo asiento en el transporte colectivo, en los restaurantes. Nos dábamos la paz en misa calmando el hambre de arrancarle de una mordida un pedazo de carne al otro. Disimulábamos muy bien la condena.

Fue así que un día, harta de los empujones del señor de junto, la secretaria que viajaba rumbo a su casa no pudo más y dejó salir al zombie. Soltó la bolsa y el gen del muerto vivo empezó a brotar de su frente brillando entre las gotas de sudor. Cuando el bolso cayó en el pie del gordo, levantó la vista y pudo ver los ojos ya muertos de la secretaria; ésta, soltó la mordida hambrienta en contra de la cara del gordo mientras su largas uñas de acrílico se aferraban a su yugular.

El pánico, el miedo y el enojo detonaron el gen del resto de los viajantes, así empezó el Apocalipsis Zombie. Siempre se lo dije al señor Alcalde: el pésimo servicio de transporte de la ciudad provocará un lamentable accidente un día de estos.


lunes, 28 de enero de 2013

El análisis

Despertó, era domingo por la mañana. De pronto recordó que tenía que hacerse un análisis de sangre, sencillo; era necesario saber su tipo de sangre y su Rh. Agilizó el trago amargo; se puso unos jeans, un suéter y salió a la calle. Llevaba consigo lo necesario; dinero suficiente para pagar el estudio, gafas de sol y música en su celular.

Sentada en la sala de espera veía a los pacientes y los doctores pasar de aquí para allá. A las mujeres que apresuradas y con nerviosismo tomaban agua esperando un ultrasonido. A los ancianos necios que peleaban con sus hijos insistiendo en la pérdida de tiempo. A los niños nerviosos por su primera vez frente a la aguja; ella aún tenía ese temor infantil. Escuchó su nombre: "Señorita, pase por aquí".

Sentada frente a la enfermera recordaba aquella vez en que tuvieron que sacarle sangre del dorso de la mano porque no le encontraban una vena y, al parecer, esta vez pasaría lo mismo.

Después de dos pinchazos sin suerte, la enfermera preguntó:

-¿Le ha pasado antes?
-Sí, -respondió ella- No es novedad.
-Es que siento la vena, pero no hallo la trayectoria.

En ese momento comprendió por qué siempre se le confundía el corazón.