lunes, 28 de enero de 2013

El análisis

Despertó, era domingo por la mañana. De pronto recordó que tenía que hacerse un análisis de sangre, sencillo; era necesario saber su tipo de sangre y su Rh. Agilizó el trago amargo; se puso unos jeans, un suéter y salió a la calle. Llevaba consigo lo necesario; dinero suficiente para pagar el estudio, gafas de sol y música en su celular.

Sentada en la sala de espera veía a los pacientes y los doctores pasar de aquí para allá. A las mujeres que apresuradas y con nerviosismo tomaban agua esperando un ultrasonido. A los ancianos necios que peleaban con sus hijos insistiendo en la pérdida de tiempo. A los niños nerviosos por su primera vez frente a la aguja; ella aún tenía ese temor infantil. Escuchó su nombre: "Señorita, pase por aquí".

Sentada frente a la enfermera recordaba aquella vez en que tuvieron que sacarle sangre del dorso de la mano porque no le encontraban una vena y, al parecer, esta vez pasaría lo mismo.

Después de dos pinchazos sin suerte, la enfermera preguntó:

-¿Le ha pasado antes?
-Sí, -respondió ella- No es novedad.
-Es que siento la vena, pero no hallo la trayectoria.

En ese momento comprendió por qué siempre se le confundía el corazón.