sábado, 12 de febrero de 2011

Mi vida sin ellos...

Dicen que un niño pierde su inocencia cuando aprende (entiende, siente) lo que significa la palabra "muerte". Yo perdí mi inocencia a los 5 años; no fue porque viviera la experiencia, simplemente sentí el temor de vivir en esa posibilidad.

Un día me fui al kinder con el miedo de saber que mi madre no podría regresar a casa. De la manita de mi tía abuela recorrí el camino de mi casa al colegio aguantándome el llanto ya que mi madre ese día se iba al hospital para que ser intervenida de la vesícula. Fue un 24 de febrero, no se me olvida. Por cuestiones extrañas de la vida, esa operación nunca sucedió y mi madre está hoy conmigo. Está a escasos metros de mí metida en sus bordados, en una de sus tantas pasiones... No se ha ido, todavía tengo ese miedo latente dentro de mi.

Años más tarde, a los 15, me enamoré de mi maestro de literatura: Ranulfo Torralba. Primer amor, primera pasión, primer contacto con los libros, con el teatro. Ese "de niña a mujer" que no se desprende del sexo. También, primer enfrentamiento con la muerte. Un 2 de abril de 1997 recibí la noticia de que dos días antes él había decidido quitarse la vida. Acababa de cumplir 36 años, tenía una compañía de teatro, era un excelente maestro, el mejor amigo de sus amigos.

Eduardo, mi tío. No lo puedo negar, con él empecé a llorar desde el momento en que supe que tenía VIH. Fue nuestro niñero, nuestro amigo. Fue nuestro compañero de travesuras y un gran consejero; el primer consejo que recuerdo en mi vida me lo dio él a los 6 años pero nunca lo podré olvidar. Siempre nos procuró y aunque a veces pasaba mucho tiempo sin vernos cuando nos reencontrabamos, el alma se me llenaba de alegría.

Fue después de una de esas épocas que un día mi padre nos llamó para darnos la noticia de que había muerto. Él no sabía a ciencia cierta lo que había pasado. Más tarde, después de visitar a su madre, nos confirmó que se había suicidado. Durante muchos años había sobrevivido a la enfermedad, siempre salía avante y en ese entonces no pasaba por mal momento. Vivía con su novio, estaba a punto de terminar la carrera... Nunca sabremos por qué lo hizo.

Y al final... ¿Todo cambiaría al saber por qué lo hacen? ¿Cambiaría en algo su decisión? ¿Lloraríamos menos? Lalito me lo dijo cuando murió Ranulfo: "Cuando comentan, platican, suponen suicidio están pidiendo ayuda, no quieren estar solos, quieren que los rescaten." Ranulfo lo comentó con varias personas, Eduardo no. Hagamos lo que hagamos, ellos son como el agua: por más que tratemos de guardarlos en nuestras manos, en nuestros brazos, ellos escaparán.

¿Quién no ha pensado en el suicidio por una tontería? ¿Quién no ha perdido la cabeza después de un fracaso (del tipo que sea) y ha pretendido quitarse la vida?. Yo lo he pensado, pero después de estos dos grandes dolores, después de pasar meses llorando, preguntándome sí estaba en mis manos alejarlos de ese precipicio decidí alejar lo más posible esa idea.

¿Por qué exclamo todas las noches "And I'm free... Free fallin'"? Por un sencilla razón: Prefiero caer... caer... caer... y volver a caer; quiero sentir ese gran golpe al tocar el fondo, levantarme y volver a escalar... y volver a caer libre pero sentir el viento entrar por mis poros. Para eso hay que estar vivo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Un año más...

Llegaron uno tras otro, se formaron y un día se decidieron a gritarme a la cara: "Ya tienes 30 años, Starchild".

Llegaron uno tras otro, se formaron con sus maletitas; algunas de ellas pesadas, otras ligeritas. Llegaron con las bolsas de los suéteres llenos de historias, de ilusiones, de sueños acumulados. Algunos años llegaron con la ropa y los zapatos mojados, a veces la lluvia arreció más en algunos de ellos.

Esos años, llegaron bailando, brincando. Llegaron arrastrándose cansados, derrotados pero llegaron.

No hay hora que no se cumpla, a partir de 1981 al tiempo le dio por correr.

Muchas fueron las batallas que libre en mis 29. La familia no dejó de estar; los abrazos de mi hermano me rodearon cuando lo necesité, mi madre me garantizó una sonrisa al día. Mi padre me besó en la frente más de una vez.

Estuve bendecida por brazos, manos, palabras de mis amigos. De Medusas que se convirtieron en parte de mi sangre y no me abandonan, de socias y amigos que no dejaron de estar cuando los y las necesité. Como deseo que no se vayan nunca de mi vida...

Mi corazón se llenó de aire fresco, de ilusión, de amor al límite... Y se apagó.

Lloré, me callé, lo odié. Lo encerré en el lugar más lejano de mi existencia con tantos cerrojos como noches en vela pasé por el dolor que me causó. Le deseé lo mejor y aventé su barquito al mar.

Llegó un huracán que puso mi mundo de cabeza al ritmo de sus palabras, más tarde, con sus caricias. Encuentro, coincidencia, casualidad que me hace temblar. Mi Ángel adorado, mi amo que quiero tanto y que quisiera tener a mi lado todo el tiempo marcando con su tacto mi cuerpo... Convirtiendo en silencio mis gritos con sus labios en los míos. Como deseo que esto no acabe nunca...

Nuevos retos cada día, la paciencia como siempre dándome lecciones a cada instante, a cada paso. Aprendizaje... Dolor. 

Hoy, que volteo hacia atrás, puedo decir que no fue un buen año pero me dejó mucha belleza al irse.

Un año marcado por una caída libre constante... Y sigo.