domingo, 22 de marzo de 2015

Las ganas


R.

Cuando las ganas se cruzaron en el camino,
No pudieron evitar voltear y verse a los ojos,
Delinear sus labios con la mirada.

Se juntaron y se dijeron al oído todas esas cosas
Que ni siquiera pensaron que existieran.
Crearon con sus palabras un mundo
Inexplicable, fantástico.
Un mundo imposible.

Cuando las ganas se encontraron:
Una solo era escape,
La otra quería encontrarse.

Y los cuerpos se enredaron como
Queriéndose hallar,
Como queriéndose saciar,
Como pretendiendo hacer
De ese momento su única verdad.
Llegaron hasta adentro,
Rompiendo vidrios,
Quebrando silencios,
Pero sin eco.

Cuando la evasión y la esperanza
Chocaron,
Se formó una nube de escombro
Que lo cubrió todo.
Entre el polvo, se aclararon la vista
Para descubrir que no había futuro, 
Solo lugar para el olvido.



domingo, 8 de marzo de 2015

El viejo vicio de Freud



                    "Fumar se hace necesario cuando no se tiene a quien besar".
                                                                                        – Sigmund Freud

“Fumar se hace necesario cuando no se tiene a quién besar”.
Se hace necesario cuando se han agotado las esperanzas,
Cuando se acaban las horas,
Cuando ya no hay uñas para morder.

Fumar se hace necesario cuando
Aquello que se ama se ha marchado;
Cuando los recovecos donde se escondían
Las pasiones han quedado al descubierto,
Cuando ya no se tiene una mirada para perderse
Y también se pierde el alba
Para reinventarse en otro ser.

Fumar se hace necesario
Cuando te has fumado los recuerdos,
Cuando se acaban los besos y los abrazos,
Cuando el recuerdo del calor de su cuerpo
No basta para espantar el frío del cuarto.

Fumar se hace necesario cuando
Te reseca la aridez de la almohada.
Cuando las vueltas en la cama
No bastan para olvidar.

Fumar se hace necesario
Cuando te has quedado solo,
Cuando necesitas el humo del cigarrillo
Para llenar ese lugar vacío.
Humo que ocupará su ausencia,
Humo que, al igual que su abandono
Y de los al fines y al cabos,
Terminará por matarte.


Isabel Palacios



martes, 3 de marzo de 2015

El edificio



Esto de vivir en un edificio es muy interesante.

En una noche cualquiera puedes escuchar muchas cosas: las cadenas de los inodoros, niños llorando, parejas cogiendo –peleando o riendo–, fiestas de madrugada, ancianos llamando al gato que se escapó en el día o algún vecino gritándole al televisor durante algún partido.

¿Qué ruido se escapará de mi departamento? ¿Acaso alguien permanecerá en silencio esperando escuchar algo de mí? No lo sé, en realidad hago poco ruido mientras escribo; toso un poco cada vez que me acabo un cigarro y esa mala costumbre de azotar las puertas. Tal vez soy el aburrido de este edificio y me tocó ser espectador.

Después de cinco años de vivir en este lugar y que todos los ruidos me sean familiares, sólo puedo temerle a uno... y es que a nadie le gusta el sonido de un corazón estrellándose en el piso.