sábado, 12 de mayo de 2012

El Cazador Cazado. (Parte 4)

Alguien tocó a su puerta. Al abrirla fue tal su sorpresa que se quedó callada y con los ojos abiertos. No pensó volver a verlo nunca; estaba ahí parado viéndola, con una sonrisa que apenas podía sostener y un brillo en los ojos que le traía a la cabeza ciertos recuerdos.

Ella estaba a punto de salir a un evento de la agencia donde sería la presentadora principal. Vestía su vestido negro favorito, tacones altos y medias negras. Sus ojos negros eran enmarcados por sus largas pestañas. Su cabello cayendo sobre sus hombros, maquillaje impecable. Bella, como él la recordaba.

También recordaba la vez que metió la mano por debajo de ese vestido mientras la besaba. Recordó como ella temblaba mientras su mano se iba acercando a su sexo, recordó la seda de su ropa interior y no pudo evitar sonreír aún más.

-Hola.
-¿Qué haces aquí?
-Pasaba por aquí... No, no pasaba. Necesitaba verte.
-¿Qué quieres?
-¿Puedo pasar?

Ella se sintió obligada a dejarlo pasar, las piernas le temblaban y por un momento pensó que caería al piso. Le pidió que se sentará y ella lo hizo en el lugar opuesto a él.

La miraba, no podía dejar de hacerlo. El corazón le palpitaba tan fuerte, toda la semana estuvo así desde ese día que despertó con la necesidad de tenerla a su lado nuevamente. Ella, nerviosa, cruzó la pierna. Acomodaba su vestido, le sacudía las inexistentes pelusas y se acomodaba el reloj. Estaba acostumbrada al silencio junto a él, pero en los buenos tiempos, la incomodidad precedía al placer.

No pudo esperar más. Se hacía tarde y el taxi probablemente ya la estaría esperando.

-Y dime, ¿qué quieres? ¿Te puedo ayudar en algo? -- Trató de mantenerse serena.
-Lo siento, no quiero incomodarte, pero esta necesidad de verte me estaba matando... Ni siquiera sé que decirte. Te extraño.

No sabía que pensar, no comprendía lo que estaba pasando. Por un momento, la sonrisa chueca, los ojos que trataban de esquivar su mirada le recordaron el pasado... También le recordó ese momento en que él metió la mano por debajo de ese vestido buscando la manera de llegar a su sexo.

No podía evitar sentir empatía por él, por esos momentos, por lo descompuesto que lucía.

-Y ¿ahora?
-Y ahora no sé, sólo quería que lo supieras... Y pudiéramos vernos.
-Lo siento, tengo que salir. Se me ha hecho tarde.

Se levantó como resorte del asiento y se encaminó hacia su cuarto. Estaba a punto de llorar y no quería que él la viera. Él no pudo evitar seguirla guardando distancia, moría por tocarla; por lo menos por rozar un poco su piel.

Se encerró en su cuarto y se apoyó en la puerta. Soltó el llanto y en un momento lágrimas negras caían en su escote recorriendo sus senos. Su piel se erizaba. Escuchó la puerta y tomó el valor posible para abrir la suya.

La sala estaba sola, él se había ido. Sobre la mesa, un papel con un número telefónico. Ya no tenía tiempo, tomó su bolsa y salió corriendo para subirse a su taxi.

Se lució como nunca en la presentación de la agencia. En la cabeza de sus jefes, estaba la idea de ascenderla. En la de ella, el temor que crecía a cada momento al recordar que tenía que regresar a su casa y que ese número de teléfono estaba en su mesita... Tentándola.


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