sábado, 24 de julio de 2010

Not Dark Yet

Me quedé acostada en mi cama, justo en el lugar en el que empezó todo. Mirando el techo, sin manos, sin brazos; mis piernas hacía tiempo que me habían abandonado, salieron a buscarlo.

Eran mis ojos flotando en el mar, a la deriva después de la temida tormenta. Me había rehusado a ahogarme en ella por mucho tiempo. Bastó una sola palabra que resonó como un trueno para que cayera sobre mi cama; el cuarto se llenó de agua en cuestión de minutos.

El cielo no daba tregua a la luz... los relámpagos traían esa voz lejana; espantada, seguía hundiéndome nadando hacia el abismo de mi cama. No tenía otra salida, en la oscuridad no había opción.

Tenía que caer tarde o temprano, mis brazos se habían cansado de sostener ese cielo. Me faltaban manos para tapar las goteras y escribir finales felices al mismo tiempo.

La noche eterna reinaba en ese cubo, entraban rayos de luz que proyectaban en las paredes episodios no vividos, sonrisas no compartidas. Sueños degollados por la navaja de un "no", de un "nunca más"... de la soledad enfrente del espejo.

Me quedé quieta... "Él" ya no estaría nunca más, sólo el llanto. Esa tormenta que no quería escampar.

De pronto escuché pasos que venían de tierra adentro, manos que se arrastraban en el fondo marino de mi cuarto buscando rastros de vida. Los abrazos de mis almas gemelas me llevaron a la superficie... me arrastraron hasta sus pechos, sus regazos. Me resucitaron con el ritmo de su latido retumbando en el cuenco de mi oído. Me robé esos brazos, esa piernas para salir de la oscuridad de mi cama... salir a la luz. Abrí los ojos.

Poco a poco las aguas bajaron de nivel... Restos de vida fueron surgiendo, criaturas míticas que con la sal habían perdido su belleza. Monstruos creadores de pesadillas, insectos que vivían en mi mente y poco a poco se habían comido mi voluntad... mis sueños.

Me aventuré a sentarme en la orilla de la cama, sigo sentada ahí. La tormenta ha pasado y llueve de vez en cuando. Hasta mi orilla llegan cajitas de música que abro para apagar esa voz que suena en mi oído y me pide que libere el llanto.

Hice un barquito de papel con todas las cosas que quise decirle... compartirle. Lleva su nombre y espera por él. Él decidirá el destino... el hecho es que no quiero verle (sentirle, pensarle) más por aquí.

1 comentario:

SUHEYL dijo...

Que el barco llegue al puerto deseado, que la corriente cambie con lágrimas cómplices y se despeje la playa que se le tiene destinada.

Le quiero, me tiene a su lado.