martes, 30 de diciembre de 2014

Contraste




Solo amando y dejando de amar, puedes conocer a una persona. 

No es sino a través del ejercicio de contrastar, en la comparación de la ilusión y la realidad, cuando te conoces y conoces a ese alguien que pretendes amar. 



martes, 28 de octubre de 2014

Un día




Tarde o temprano, te observas en el espejo y te das cuenta de tu propia existencia; esa existencia es finita: las arrugas aparecerán inevitablemente, los dientes se caerán, perderás el cabello, el oído y la vista. 

Por ahí de los treinta y con un poquito de visión, imaginas cuál de tus vicios te llevará a la muerte: tal vez abusas del cigarro, de la comida, del alcohol o de las situaciones peligrosas en las que te metes porque la vida es aquí y ahora. O de plano no abusas de nada y sabes que tarde o temprano te vas a morir de aburrimiento. 

No estás preparado para nada más que para tu propia muerte si eres honesto contigo mismo.

Puede que un día te digas: "Si muero esta noche, no hay problema. Me voy en paz".

Es la muerte de los otros la que duele. Se va tu abuela, tu madre, tu padre o tu hermano. Se va ese perrito que adorabas. Todo se muere tarde o temprano. 

Todos se van, por enfermedad o por edad. Te repites mil veces que era lo mejor, que ya está descansando (que se adelantó a esperarte y cuidarte desde el cielo si te aventuras a creer), pero en el fondo hay algo que no te deja descansar.

¡Eran tuyos! ¿Por qué te los quitan? No podemos dejar atrás el egoismo, porque somos humanos y nos corre la sangre por las venas. Porque se te hacen más pesados los recuerdos, porque con ellos se derrumban tus planes y te dejan como un niño desamparado. 

Hay muertes que te dejarán un poquito roto para siempre, que no se te olvide.





viernes, 17 de octubre de 2014

Pensaba en ti, Susana. En las lomas verdes...





Hoy me acordé de ti, Alex. De mi bombón, músico, médico.

Me acordé de esa alegría que sentía cuando leía un mensaje tuyo, cuando me contabas que ya tenías que ir al cole porque en España ya estaba amaneciendo, cuando me decías que extrañabas a Rebe. Me acordé de cuando alentada por ti intenté dejar de fumar. 

Me acordé de tus locuras, tus viajes y nuestros sobrenombres. Me acordé del emoticón que hice para el messenger y que sólo usaba contigo: un bombón.

Me acordé de las canciones que me cantaste y que estúpidamente no respaldé y perdí. 

Me acordé de que sólo tú estuviste ahí, esa noche después de que murió mi abuela. Lo primero que hice fue despertar y buscarte en línea y sí, ahí estabas. No te fuiste al cole hasta que te prometí que trataría de dormir de nuevo, que me hiría a babear la almohada porque tú me lo pedías.

Hoy me acordé de tu sonrisa, de cómo me iluminaste la vida al pasar por aquí y sonreí y desee que estés bien, donde quiera que te encuentres.







sábado, 11 de octubre de 2014

11 de octubre





No fue una buena semana, más bien fue como una resaca.

Hoy, la glucosa se elevó y el ánimo anda por los suelos. 

Hoy es uno de esos días en que quisiera caminar sola, lejos, escuchar música hermosa.

Hoy es un día difícil. 



domingo, 5 de octubre de 2014

Pregunta




— ¿Y entonces harías lo que sea por mí?
— Sí, lo que sea.
— ¿Irías hasta el fin del mundo por mí?
— Sí, iría hasta el fin del mundo por ti.




Y es que para él, ella era el principio y fin de su mundo. 




domingo, 28 de septiembre de 2014

Cuento de la abuela





"Ya quiero contarle a mis nietos cómo es que el amor de mi vida salió huyendo", pensaba Lucía mientras un hombre, cualquiera, le ponía un anillo en el dedo.






jueves, 18 de septiembre de 2014

Menos, más

De esas veces, todas,

Que te echo de menos, más.

Que te necesito como nunca, siempre.

Noche sin tu sonrisa, todo el día.

Mis insomnios sin los tuyos para entretenerse.

El sueño que salió a buscarte y tarda en regresar.


El tiempo que se empeña 

En llevarme la contraria,

Que se empeña en gritar 

Y espantar la calma.

La paciencia que se impacienta y se va.


El tiempo sólo teme a algo:

Mi terquedad que se convierte 

En asesina serial.

viernes, 12 de septiembre de 2014

11 de septiembre

Hoy intenté subir la escalera de mi casa y me costó mucho trabajo. En el primer escalón, mi rodilla tronó y me dolió mucho.


Estoy muy enojada y triste. 



domingo, 31 de agosto de 2014

Lo que pasó

No, no quiero contarles todo lo que pasó. No con lujo de detalle porque no terminaría nunca.

No quiero aburrirlos ni que este bichito que llevo dentro se convierta en el centro de atención. Sé que estará conmigo toda la vida y que me tengo que cuidar de él, pero no quiero que esté en mi cabeza todo el tiempo.

Sí, tengo diabetes. No, no sabía que la padecía, es por eso que un estado mixto de anemia y glucosa elevada me provocaron una cetoacidosis que me llevó al hospital. Nunca me había desmayado y no sabía qué se sentía que te dijeran "llegaste a punto de morir".

Estuve en el Hospital General internada semana y media. Pasé una semana en terapia intensiva y dos días esperando un traslado a endocrinología que nunca llegó. Lo que sí llegó fue un cuarto con personas con enfermedades respiratorias y una colonia de cucarachas del cuál prácticamente huí.

Después de varios días donde lo único que escuchaba era la predicción de un futuro dependiente a la insulina, hoy estoy controlando mi glucosa con medicamento oral y dieta.

Conocí la calidad humana y de servicio de muchas personas y también el lado oscuro de aquellas que hace mucho perdieron el amor por su profesión. Me hicieron reír y también llorar. Comprendí que la verdadera igualdad de sexo era aceptar que un enfermero me bañara y supiera que me "había bajado" (sí; eramos muchos y parió la abuela).

Lloré porque llegó mi periodo. Lloré porque tenía una sonda en la vejiga. Lloré porque no me gustaba lo que me daban de comer, porque quería mi casa y mi cama. Lloré porque extrañaba a mi cuñada. Lloré porque quería ver a mi perra e imaginaba lo sola que se sentía. Lloré porque me enredaron el cabello y mi cabeza parecía un nido de pájaros y mi mamá no podía desenredarlo. Lloré porque ella se veía cada día más cansada. Lloré porque le salieron y me salieron más canas. Lloré cuando vi por primera vez a mi hermano. Él lloró y los dos lloramos como cuando éramos chamacos. De alegría, de tanto amor.

Lloré cuando me contó de la cantidad de personas que hablaban todos los días y tantas veces para preguntar cómo estaba, qué se ofrecía, cómo podían ayudar. Lloré cuando pude tener mi celular en la mano y vi tantos mensajes deseando lo mejor. Lloré cuando Cinthya me habló por teléfono.

Lloré porque estoy viva.

Lloré esta mañana porque esa ropa que había guardado para usarla "cuando bajara de peso", me queda. Lloré por ese peso que perdí a la mala.

Semanas antes de entrar al hospital, en mi cabeza rondaba la idea de que necesitaba un cambio de vida... y llegó esto.

No sé si crean en Dios o en un poder superior, pero alguien tal vez escuchó mi idea. Alguien tal vez pensó que necesitaba darme cuenta de que amarte a ti mismo también es cuidarte. Ya ven lo que dicen: uno aprende a trancazos.

Los demás detalles saldrán en las sobremesas, en las pláticas con los amigos que han estado y espero me sigan acompañando en esta nueva vida.

No se salvaron, aquí seguiré dando lata.




domingo, 16 de marzo de 2014

Ruidos en la puerta

-Escuché el coche de Miguel y no sé quién le puso el pasador a la puerta. Así no podrá entrar.
-No, abuela. No es Miguel, métete a la cama que estás muy fría.

"El coche de mi abuelo lo vendimos como chatarra hace quince años después de que él murió". 
"Ya no hay radionovelas por las mañanas. Es más, ahora esa estación es de alabanzas cristianas".
"No, ya no tienes que levantarte temprano porque hace cuarenta años te jubilaron".

Repetir mentalmente esas razones todas las noches porque la abuela ya lo olvidó. Acompañarla a su cama y arroparla, mientras me pregunto si alguien lo repetirá cuando lo olvide yo. 

lunes, 10 de marzo de 2014

Recado



Por cierto, se me olvidó contarte que el otro día llamaron de la agencia de viajes.

Quiero imaginar que era una chica nueva porque su voz no se me hizo conocida. Después de presentarse, no me dejó hablar. Me dijo que nos extrañaban por la agencia, y debido a nuestra preferencia y después de tantos viajes juntos, deseaban regalarnos un viaje por las Islas Griegas.

Me contó de las playas paradisiacas, gastronomía y diversión que una pareja joven como nosotros disfrutaría en un viaje como ése. Quiso explicarme todos los detalles, pero aproveché una pausa para interrumpirla y decirle que se había equivocado de teléfono, que nosotros ya no vivíamos ahí.

Lo sé, pobre chica. Perdóname, cariño, pero preferí eso y no arruinarle el día diciéndole que tienes más de seis meses muerto.


domingo, 2 de marzo de 2014

Solo

Hoy vi su nombre entre otros nombres. No pude evitar correr a revisar sus fotos, lo que han visto sus ojos.

Está solo y eso me dolió.

Si de algo puedo estar segura, es de que me quiso mucho el tiempo que duró.

No es mi ego, puedo asegurarlo porque él se encargó de hacérmelo sentir.

Si algo deseaba es que encontrará alguien que lo quisiera como no pude hacerlo.

Es mi error, se me olvidó explicarle que después del adiós no podía quedarse solo.

Lo siento. 

miércoles, 5 de febrero de 2014

Silencio



Un día decidí llenarme de valor y mirarte a la cara. Me di la oportunidad de conocerte y de ahí, fue desconocerme. Me diste la fuerza que no tenía; desde ese día soy más fuerte y todo te lo debo a ti. Te debo todo lo que soy ahora.

 Con esa misma fuerza, hoy me quito la venda de los ojos. Jamás formaré parte de tu vida. Me duele aceptar algo que siempre sentí: siempre hiciste lo posible por sacarme de ella. No te lo reprocho, te respeto, pero eso no evita que me duela como una patada.

No te guardo rencor; al contrario, te agradezco todo lo que aprendí de ti. Todo lo que hiciste por mí. Te admiro y siempre lo haré.

Aún me duele que llegaras a pensar que te traicioné. Incluso después de este momento, sería incapaz de hacerlo. Te pido perdón si mis ojos no alcanzan a verlo.

Te voy a querer toda mi vida y con toda mi vida. En este silencio al que me condujiste me quedo; este silencio que es tan grande como mi amor por ti será mi casa, mi techo que a veces me aplasta. Aquí me quedo, aquí te quiero.

Porque cuando quieres a alguien, no puedes permitirle que te haga daño. Porque te quiero, ya no quiero que me duelas.

Quiero que me quieran como te quiero. Quiero que te quieran como te quiero. Sí, de esta manera tan desesperada y sin razón.

Me quedo en el silencio. Desde aquí te quiero. 

lunes, 27 de enero de 2014

Carlitos

A Ranulfo


Casi puedo ver a Carlitos corriendo por Insurgentes, por Álvaro Obregón, enfundado en su trajecito de tenis y llorando camino al edificio de Jim. Hoy no busca resucitar a Mariana; hoy busca a José Emilio. Quiere encontrarlo, saber que no está muerto, que ese hombre que le dio la vida ahora la ha perdido.

Llora porque tendrá que olvidar otra vez ese dolor del que ya nadie puede tener nostalgia. Sigue sin entender que todo tenga que pasar como pasan los discos en la sinfonola. De algo estamos seguros: José Emilio ha muerto. Ya no cumplirá ni ochenta, ni noventa, ni cien años.

                                                                 ~

Él me regaló a José Emilio cuando más lo necesitaba; tenía 15 años y un amor inmenso por su baja estatura, su piel morena, la línea que dibujaba su nariz y esa voz que esta noche escuché de nuevo. Mi maestro de español.

Hoy escuché de nuevo su voz diciéndome que me agradecía que lo quisiera y que sería el hombre más afortunado del mundo si pudiera corresponder. Es el día en que le dije que lo amaba. Me sentí temblar de nuevo en su abrazo y las lágrimas rodando por las mejillas. 

Ese mismo día, me dio uno de los mejores regalos que me han dado en la vida: José Emilio Pacheco y sus Batallas en el Desierto. Esa tarde terminé el libro, lloré y comprendí muchas cosas; Carlitos fue mi apoyo, el hombro en el que lloré y quien me ayudó a entender mi primer amor.

José Emilio fue mi terapeuta; dormía con el libro debajo de la almohada, me acompañaba a todas partes. Estuvo conmigo un año más tarde cuando mi maestro se suicidó. Si él viviera, tendría 53 años.

Ya no sé cuántas veces he leído Las Batallas. No sé cuántas veces más la leeré. Hoy he perdido a un poeta que sin saberlo me conocía como pocos me conocen. Hoy perdí a un gran amigo. 

Hoy se me murió José Emilio Pacheco.

sábado, 25 de enero de 2014

La muerte más estúpida

Siempre he pensado que moriré de la manera más estúpida.

Una vez soñé que iba caminando por la calle con mi hermano y de repente, me resbalaba en una bajadita de la banqueta de una calle de La Condesa. Caía cuan pesada soy y mi cabeza recibía todo el golpe. Mi hermano me ayudaba a levantarme, yo me tocaba la cabeza porque la sentía mojada. "Debe ser por la sangre", suponía hasta que veía mi mano llena de masa encefálica y sangre. "Mira, me abrí la cabeza. Me voy a morir", le decía a mi hermano mientras nos reíamos. Vaya pendejada.

Seguramente me atragantaré con algo de comida o agua. Desde que me retiraron las amígdalas, tengo la predisposición a ahogarme con cualquier cosita, ya sea una gota de agua o una migaja. Esa es otra opción, morir asfixiada. Vaya drama.

Siempre he pensado que moriré de la manera más estúpida. Así, rápido, que no le hallen ni pies, ni cabeza, ni una explicación. O tal vez me mate el cáncer de pulmón por fumar y sea cierto lo que dicen las cajetillas de cigarros.

El medio hermano de mi padre, uno de mis tíos favoritos, murió de un regaderazo. No, no se resbaló: un día decidió ahorcarse en la regadera. En lugar de suicidio, prefiero pensar que mi tío murió de un regaderazo y no quitándose la vida. Así lo hago para sonreírle a su recuerdo.

Espero que la gente piense así al contar mi muerte y que al final, no puedan seguir contando la historia porque los mate un ataque de risa.

Siempre he pensado que voy a morir de la manera más estúpida. El tiempo me dará la razón.


miércoles, 15 de enero de 2014

¡Al carajo!

Llévatelo, no lo quiero tener cerca.
Mételo en una cajita, pierde la llave.
Enciérralo en una botella, tírala al mar.
Entiérralo, ahógalo, destrúyelo, quémalo,
rómpelo, bórralo, ráyalo, escribe, pinta sobre él.

No lo quiero ver, oler, presentir.
Derríbalo, construye una gran casa, un edificio,
un gran zócalo.
Echa cemento, cúbrelo, vuelve a derribarlo.
Minimízalo, sintetízalo; no lo quiero ver.

Derrámalo en la coladera, deja que corra el agua,
que se diluya mucho al carajo.
Aplástalo, aplánalo, mételo en un sobre y mándalo lejos.
Sin remitente, sin dirección ni apartado postal.

Llévate lejos este peso que se hunde en el pecho,
que no deja respirar.
Ni quien quiera saber de él.